Conmemorar a las luchadoras del pasado siempre es importante, pero marchar hoy, en un país conservador como es México, es todavía necesario.
Olvidémonos de estereotipos
“Feminazi” y “opresor” son expresiones que señalan a un enemigo, uno al que se le pone características exageradas para quitarle toda identidad y el derecho de sufrir sus problemas.
A los hombres de nuestro círculo les tenemos miedo por una presunción de maldad, comportamiento que, supuestamente, tienen al nacer.
O en el caso contrario, cuando las mujeres denunciamos lo que nos molesta, la sociedad cambia su percepción hacia nosotras para negarnos la razón: problemáticas, amargadas, exageradas.
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Aunque es muy sencillo creer que el problema está en el otro bando, hay una crianza familiar y social religiosa muy profunda que es difícil cambiar y que nos afecta de primera mano, suficiente motivo para involucrarse, analizar y proponer en los colectivos.
Crímenes hacia mujeres
Un artículo de la BBC que se titula “Cerca de 95% de los homicidas en todo el mundo son hombres… ¿Por qué las mujeres matan menos?”, nos engancha con otro estereotipo de género pero, en realidad, trata de señalarnos al sistema violento.
En el caso de las víctimas femeninas, la mayor probabilidad de que abuse física y sexualmente un hombre cercano a ella, es alarmante, por eso el hincapié a reflexionar sobre las ideas viejas del amor romántico, sobre proveer a la mujer y sobre la educación emocional, además de hablarlas en público. Claro, sin dejar a un lado la responsabilidad del gobierno de dar seguridad.
Conclusión
Ahondando en el reclamo que hacen muchos ciudadanos por el vandalismo que hay durante las marchas —de cualquier causa—, se entiende que les duela el destrozo de su entorno, pero hay que enfatizar otro reclamo más: ¿de qué te sirve una ciudad bella si no puedes vivir en paz?
Por esto, marchar siempre es un acto de valentía.
