Hay momentos en los que una comunidad se une y logra algo tan extraordinario que trasciende fronteras, llenando corazones de orgullo y esperanza. Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando Enrique Torresbatiz Serrano, director de la división de turismo de Grupo Farrera, se convirtió en el hilo conductor que tejió sueños, sabores y tradiciones para llevar el alma de Chiapas hasta Suiza.
Desde San Cristóbal de Las Casas, un equipo de artesanos, cocineros, músicos y soñadores trabajó codo a codo para crear una experiencia inolvidable. En el evento celebrado del 1 al 3 de noviembre en la ciudad de Berna, se reunieron 150 asistentes, entre diplomáticos de la Unión Europea y la comunidad mexicana en Suiza, quienes disfrutaron de una celebración cultural y fueron testigos de lo que ocurre cuando una región se alza como una sola voz.
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El discurso de Enrique Torresbatiz Serrano marcó el tono de esta travesía: con palabras cargadas de emoción, habló de cómo Chiapas no solo se vive, sino que se siente profundamente. “Llevar nuestras tradiciones al mundo es un honor, pero también una responsabilidad. Chiapas toca el alma de quien lo conoce”, expresó, recordándonos que las raíces culturales no tienen fronteras y que compartirlas es un acto de amor.
Y ese amor se reflejó en cada detalle. Desde los talleres de pintura y tejido organizados por el colectivo ARTEX, hasta los conciertos de cuerdas tradicionales, todo respiraba autenticidad. Pero fueron los sabores los que se robaron los corazones. Tarumba, liderado por el chef Jorge Gordillo, preparó 500 bocadillos que encapsularon el alma de Chiapas. Los tamalitos de chipilín, los esquites de betabel con mayonesa de café servidos en tostadas de Masamor, y el champurrado de pozol deshidratado con pan de muerto no solo evocaron nostalgia en los mexicanos presentes, sino que despertaron una fascinación genuina en los suizos. Cada ingrediente tenía una historia, como el café de Tlako Café, que nace en las montañas del volcán Tacaná y encuentra su segunda vida en Suiza gracias a Christian Arroyo.
Más allá de los sabores y las actividades, lo más conmovedor fue la respuesta de la comunidad en Suiza. Los asistentes adoptaron con calidez y admiración cada fragmento de Chiapas que se les presentó. Para muchos mexicanos radicados en Europa, fue una oportunidad para reconectar con sus raíces y celebrar el orgullo de ser chiapanecos, mientras que los suizos descubrieron un mundo que no conocían, lleno de colores, texturas y emociones.
Enrique Torresbatiz Serrano fue la voz que unió a todos en esta travesía. Desde los artesanos hasta los cocineros, cada quien aportó su talento y su corazón, demostrando que cuando una comunidad se apoya y trabaja junta, puede conquistar el mundo.
Este evento fue un acto de unión, un recordatorio de que las tradiciones cobran vida cuando las llevamos más allá de nuestras fronteras. Chiapas no solo se presentó en Suiza, se quedó en el corazón de quienes tuvieron la fortuna de vivir esta experiencia. Y para quienes llevaron ese pedazo de su tierra, fue una oportunidad de mostrarle al mundo lo que puede lograrse cuando se trabaja con amor y en comunidad.