La boda de Michelle Salas, primogénita de Luis Miguel, fue la oportunidad perfecta para que ambos hicieran las paces y él pudiera entregarla en el altar.
Pero reencontrarse con Stephanie Salas, su ex, no debió ser una experiencia grata para ella.
Qué fácil es ser Luis Miguel
Un hombre que no tiene estabilidad en sus relaciones personales. Que abandona a sus hijos emocional y económicamente. Que, cuando las madres de esos niños reclaman, la culpa es de ellas porque “ya sabían que Luis Miguel era así”.
Que, pese el daño que ha hecho, no tiene la voluntad de cambiar y, aun así, la gente lo excuse por lo que sufrió con su madre y por ser famoso.
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La situación no cambió mucho
Luego de negar a su hija ante los medios, Luis Miguel reconoció a Michelle hasta que ella cumplió 16 años de edad.
En la bioserie de Netflix hizo un intento de lavado de imagen al mostrar que le contaba cuentos cuando ella era niña. Stephanie lo desmintió en ese entonces con: “Mejor cuéntame una de Pinocho”.
Pero eso no es algo del pasado. Cuando Michelle preparaba su boda, no sabía si su padre asistiría por los años que estuvieron distanciados, así que Stephanie era la única que la llevaría al altar.
El reencuentro
La poca información que se obtuvo de la boda entre Danilo Díaz y Michelle Salas se supo que Luis Miguel la entregó al novio. También, que Michelle sentó a sus padres en la misma mesa.
Según lo que se aprecia en las fotos de los paparazzi, no hubo roces con Stephanie. Una de ellas capta el momento en que se intercambian palabras y luego sonríen.
Otras, acompañados de sus parejas actuales, Humberto Zurita y Paloma Cuevas.